martes, 20 de mayo de 2008
¿Qué es un hippie?


Ensayo
¿La vida o la miseria hippie?
Los valores que antiguamente aseguraban la organización de la apariencia han perdido su poder; la moral, la familia, el patriotismo y demás caen como un lastre. Los viejos valores y mistificaciones ya no pueden compensar el sacrificio de experiencia auténtica que exigen. Comerciantes, profesores, trabajadores humildes, playboys, amas de casa... ¿quién puede tomarlos ya en serio? Los héroes y los ídolos dominantes caen en el ridículo. Toda falsificación se encuentra en crisis.
Esta desintegración de valores abre un vacío positivo en el que resulta posible la experimentación libre. Pero si ésta no se opone conscientemente a todos los mecanismos del poder, llenan el vacío nuevas ilusiones en el momento crítico en que todos los valores son absorbidos en el vortex. El poder aborrece el vacío.
La insatisfacción hippie, su disociación de los viejos estereotipos, ha desembocado en la fabricación y adopción de otros nuevos. El estilo de vida hippie crea y consume nuevos roles — gurú, artesano, rock star —, nuevos valores abstractos — amor universal, espontaneidad, franqueza — y nuevas mistificaciones de consolación — pacifismo, budismo, astrología... — residuos culturales del pasado restituidos en los escaparates para el consumo. Las innovaciones fragmentarias de los hippies, que ellos vivieron como si fuesen totales, sólo han revitalizado el espectáculo. En lugar de luchar por una vida auténtica, el hippie asume una representación abstracta, una imagen de esa vida, y presenta su cambio de apariencia como un cambio real. La gravedad moral que atribuye a su estilo de vida da la medida de su dependencia de la nueva imagen. Como la proliferación de estilos de vida se desarrolla en paralelo a la decadencia de los valores, la medida del valor se descompone en el sentido de escoger toda una seudo-vida entre los estilos del mercado.
Discos, posters, pantalones de campana: unas cuantas mercancías te hacen hip. Cuando se acusa al “capitalismo hip” de “saquear nuestra cultura” se olvida que los antiguos héroes culturales (Timothy Leary, Allen Ginsberg, Alan Watts...) promovieron el nuevo estilo de vida desde el emporio del consumo cultural. Combinando su propio fetichismo cultural con la falsa promesa de vida auténtica, estos hombres anuncio del nuevo estilo, engendraron un vínculo casi mesiánico con la causa. “Enrollaron” simultáneamente a la juventud con una nueva familia de valores y con la familia de bienes correspondiente. “Enrollarse” significaba al mismo tiempo consumir drogas y comprar acríticamente toda una Weltanschauung. La diferencia entre el hippie “real” y el hippie “de pacotilla” reside en que las ilusiones del primero son más profundas, asume las mistificaciones en estado puro y de forma orgánica, mientras que el segundo las compra empaquetadas: la astrología en un póster, la libertad natural en sus pantalones de campana, el taoísmo de los Beatles... Mientras que el hippie real puede haber leído y contribuído al desarrollo de la ideología hip, el hippie de pacotilla compra mercancías que la incorporan. Identificadas con objetos en la realidad jerárquica del espectáculo, las cualidades humanas (espontaneidad, autorrealización, comunidad...) se convierten en ideales para consumir, precisamente porque son lo que le falta a la realidad y porque la ilusión de autenticidad se hace necesaria para la vida inauténtica. Así como el horizonte religioso fue la organización superviviente que los milenaristas no supieron superar a la hora de crear su estilo de vida, el estilo de vida hip reproduce el consumismo al que cree oponerse.
La llamada revolución de la industria del disco de los años 50 a los 60 fue precisamente el triunfo de esta industria sobre el segmento descontento de la población a través de celebridades y símbolos autóctonos, una especie de “liberación nacional” de la juventud que la dejaba, como a los países del tercer mundo, en manos de dueños indígenas y de ilusiones de libertad. Los festivales de rock no fueron sino celebraciones del triunfo del asalto neoimperialista sobre el consumo cultural de la juventud, que trataban desesperadamente de parecer el triunfo de la “revuelta juvenil”. La música rock — principal punto de referencia de la “nación” de la juventud — expresa en sus canciones las ideologías de la revuelta juvenil. Trascendiendo vínculos nacionales y de clase, obliga a una brigada global de jóvenes consumidores militantes a un sacrificio ferviente a sus mercancías estrella. En los festivales de rock, la pasión sexual se convierte en éxtasis contemplativo. Los hijos del espectáculo puro se contonean con orgiástico anhelo ante la presencia totalitaria de la estrella del rock. Es el magnetismo de la mercancía el que asegura fundamentalmente la cohesión de esta comunidad reificada. Quienes hacen de Woodstock y Altamont una falsa dicotomía ocultan su identidad intrínseca. En todo pseudo-festival, una banda sigue a otra y la audiencia sufre de buena gana incomodidades durante días para realizar sus sueños consumistas más salvajes. Pero la cohesión de esta audiencia puede desintegrarse en cualquier momento, y revelar en su desintegración la separación espectacular que la constituye.
La gente respondió a la contracultura porque su contenido era en gran medida una crítica parcial del viejo mundo y de sus valores (como los primeros Ginsberg y Dylan). En el capitalismo tardío, todo arte y toda poesía que no sea sólo un deshecho intelectual en el mercado cultural o en la sopa del llamado gusto popular debe criticar, aunque sea de forma incoherente o nihilista, la no-vida espectacular. Pero en cuanto elemento de la cultura, esta crítica sólo sirve para preservar su objeto. Como la contracultura no puede negar la cultura, sólo la sustituye por una cultura opuesta, por un nuevo contenido para la imperturbada forma-mercancía. La innovación cultural fundamenta el falso optimismo del hippie: “Mira, las cosas están cambiando” — Sí, pero sólo las cosas. Lo que parece haber sido rechazado y destruido es recreado en la reconstitución pieza por pieza del mundo de la cultura. Las canciones, como las demás formas artísticas, pueden convertirse en armas revolucionarias, pero sólo si van más allá de lo artístico para formar parte de una praxis de agitación que apunte explícitamente a la destrucción de la mercancía y de la cultura como esfera separada.
El proyecto iniciado por los Diggers en Haight-Ashbury, la construcción de una “ciudad liberada” dentro de la ciudad que se sustentaría con las sobras de sus moradores y donde la supervivencia sería gratuita, planteaba la abundancia material y la posibilidad de un nuevo mundo basado en el principio del don. Pero al no amenazar directamente la práctica social del capitalismo, se quedó en un mero gesto, en un programa de bienestar de la vanguardia militante. A pesar de las expectativas de los diggers, el estado no se vió amenazado de colapso por esta autogestión de los desperdicios.
Inicialmente, la práctica de los diggers fue una clara respuesta a las necesidades del momento en el contexto de la actividad insurreccional. Primero organizaron la distribución de comida tras la revuelta del ghetto de San Francisco (1966) y el toque de queda consiguiente, que hizo difícil obtenerla. Pero continuaron con este proyecto en un contexto no revolucionario apoyándolo con una ideología comunista primitiva, fetichizaron la idea de distribución gratuita y se convirtieron en algo así como una institución antiburocrática. Al final, hicieron el trabajo de los trabajadores del bienestar mejor de lo que estos podían hacerlo, descomprimiendo la crítica radical de la familia, metiéndose en la vida de los vagabundos y aconsejándoles volver a casa “en el lenguaje de la calle”.
En Haight hubo intentos de amenazar directamente el urbanismo del aislamiento y la autoridad que lo refuerza, y a menudo con un fuerte espíritu lúdico (en particular en los intentos de tomar la calle). Pero debido a que dominó su práctica una ideología pacifista y humanista, Haight se convirtió en una exhibición de moralidad, en una cruzada más que una rebelión. Los actos críticos se disolvieron en la esperanza utópica de que la sociedad, como un chico malo, seguiría su buen ejemplo. Lo que resulta utópico no es tanto la idea de una sociedad basada en el principio del don como la creencia de que tal sueño puede realizarse sin suprimir la realidad que lo contiene. Fuera de la actividad crítica sólo hay ideales que seguir; el principio del don se convierte en la “actitud de dar” de la psicología humanista. Comparemos las buenas vibraciones de los hippies con el asalto crítico sobre la economía mercantil de los dialécticos prácticos de las rebeliones del guetto, en el que realizaron por un instante otro principio del nuevo mundo: “a cada cual según sus deseos”.
Así como los sociólogos creían que las revueltas del guetto eran una consecuencia desafortunada de la actitud de los negros hacia las condiciones existentes, el hippie cree que la alienación es una mera cuestión de percepción (“todo está en tu cabeza”). Piensa que las trabas de la vida social son en última instancia las ideas y actitudes dominantes, que es la conciencia (abstraída de la práctica social) lo que hay que transformar. De esta forma, en efecto, reinterpreta la realidad para aceptarla a través de su interpretación. “Se amansa”, se apacigua en la medida en que se encuentra “sintonizado” con el entorno (dominado por el capitalismo). Todo sentimiento negativo es un problema mental que se resuelve transformándolo en “buenas vibraciones”. La frustración y el sufrimiento se atribuyen a un “mal karma”. Las “malas experiencias” son consecuencia de no “fluir con las cosas”. Psicomoralizando acerca de “malos rollos” personalistas y de poder, los responsabiliza de la miseria social actual y abrigan expectativas milenaristas basadas en la determinación abstracta de que todos “se amen entre sí”. Todo sigue factualmente igual mientras, mediante un engaño dialéctico, proporcionan una interpretación secreta: las condiciones existentes desaparecerán tan pronto como todos actúen como si no existiesen. Esta elevación casi cristiana por encima del mundo da la medida exacta de cuán por debajo se encuentra el hippie de la vida y cómo se encuentra “destinado” a permanecer allí en virtud de esta interpretación. Él acepta su destino con espíritu de santidad, de superioridad confiada (“no permitas que las cosas te saquen de quicio”). Como adolescentes en un baile de alumnos, todos son animados a bailar y pasarlo bien. “Be free!, ¡sé natural!”. Un anticipo de la policía psico-humanista del nuevo orden.
Emergiendo del desesperado aislamiento del capitalismo avanzado, los hippies reaccionaron simplemente juntándose para buscar apoyo. Su rechazo del aislamiento pronto se disolvió en ilusiones de comunidad. Los discursos sobre bailar en las calles y los pseudo-festivales sólo sirvieron para mantener ocultas la miseria y la separación. Al valorar su propia vida con criterios de estilo, el hippie juzga naturalmente a los demás de la misma forma. Sonreír a otro que lleva el pelo largo da sensación de reconocimiento mutuo; la comunidad de estilo se convierte en comunicación ersatz. En todas partes — desde la comuna a la escena callejera, desde los cuadros de mandos a las clínicas libres, desde los centros sociales a las tiendas hippies — la contracultura establece una nueva red de falsos vínculos. Todos se convierten en agentes de comercio de la llamada comunidad hip, basada en falsas oposiciones y en mercancías y espectáculos esotéricos.
Fue la promesa de comunidad auténtica lo que atrajo a tanta gente al medio hip. De hecho, durante un tiempo, las fronteras entre individuos aislados y entre barrios, casas y calles comenzaron a romperse en Haight-Ashbury. Pero lo que debía ser una nueva vida derivó en supervivencia glorificada. Como el deseo común de vivir fuera de la sociedad dominante sólo podía realizarse parcialmente viviendo en los márgenes de esa sociedad, económicamente y de otras formas, se reintrodujo la supervivencia como base de la cohesión colectiva. Se fetichizaron todas las banalidades domésticas y se marcaron las relaciones sociales con el sello de la tolerancia mutua y el disimulo activo de las separaciones reales. La consigna de una comuna era: “Te toleraré si me toleras”.
En las comunas rurales, una falsa comunidad de neo-primitivos que sólo comparten la mutualidad de su refugio se reúne alrededor de la falsa crisis de una alienación natural auto-impuesta. Esta reserva natural es para ellos el espacio sagrado en el que retornarán al vínculo erótico del comunismo primitivo y a la unión mística con la naturaleza. Pero, en realidad, estas zonas para la experimentación comunitaria, que sirven en gran medida como canalizadores de choque de la sociedad, sólo reproducen modelos jerárquicos de las sociedades antiguas: desde la división natural del trabajo y el chamanismo redescubierta a formas modificadas del patriarcado del Oeste americano. Mientras que la magia y el ritual que el comunalista practica, primero medio en broma y luego en serio, tenían una base material cuando la tecnología era primitiva y constituían a un nivel básico, un juego con la naturaleza, su aplicación actual es un sustituto ridículo de lo que resulta materialmente posible: un juego real con la naturaleza sin la mediación religiosa.
Los hippies no fueron los únicos que romantizaron la naturaleza y lo primitivo como respuesta a un orden social que se desintegra. El primitivismo apareció en el colapso de la sociedad feudal como un sustituto para apoderarse de las posibilidades sociales expuestas por esa decadencia. Pero ahora vuelve profundamente espectacularizado. Respondiendo a su alienación de la naturaleza con una ideología de la naturalidad, el hippie transforma su aspecto, pero no su realidad. Se acerca tanto a la naturaleza como puede hacerlo no cortándose el pelo, yendo descalzo, no llevando sostén o haciendo muchas excursiones al campo. Una vez construida, esta imagen retorna en un despliegue fotográfico y fílmico inacabable de hijos de las flores bailando desnudos y de las estrellas del disco más queridas retozando en el bosque a cámara lenta.
Los ideólogos de la contracultura justificaban su eclecticismo religioso y místico como una investigación de métodos de “liberación espiritual”, que algunos de ellos defendían como un prerrequisito necesario de la revolución social. En sus manos, la revolución se convirtió no en la ocasión para que la subjetividad transformase la realidad, sino en un problema técnico de “cambiar tu mente”, de “enrollarte”. El hippie se convirtió en consumidor ávido y a tiempo completo de técnicas antiguas y modernas de pasividad inducida: meditación, juegos de luces, multimedia, drogas, posters psicodélicos. Utilizando todos los medios técnicos a su alcance para su excitación simulada — para convencerse de que está todavía vivo —, el hippie crea entornos totalitarios estimulantes y los manipula en una pasividad eufórica. Su sensualismo sólo consiste en una intensificación de la conciencia, en un pseudo-enriquecimiento con cualquier contenido, sin que importe lo empobrecido que esté. Tras abandonar un estímulo, pronto se pierde en otro. Es la espontaneidad de la mercancía: fúmate un porro, pon luces estroboscópicas, escucha el sonido cuadrafónico... y “deja que las cosas ocurran”.
La fascinación del hippie por las drogas y por lo oculto, a pesar de sus pretensiones liberadoras, es en realidad una esclavización internalizada. Tratando compulsivamente de sentirse bien dentro y a pesar de las condiciones dominantes, acaba defendiéndose de la “sensación de alienación” intentando hacerla desaparecer, o al menos reducirla a un punto tolerable. Como el jubilado aburrido que dedica su tiempo a hobbies, el hippie trata su malestar “ocupando su cabeza en algo”. Rechaza el trabajo y el ocio de sus padres, pero sólo para volver a ellos a su manera. Trabaja en cosas “con sentido” para “compañías hip” en las que los empleados constituyen una “familia”, en granjas de subsistencia y en trabajo temporal. Creyéndose un artesano primitivo, desarrolla su función idealizando la Artesanía. La ideología ligada a su ocupación pseudo-primitiva (o pseudo-feudal) disimula su carácter pequeño-burgués. Sus intereses, como la comida orgánica, producen negocios florecientes. Pero los propietarios no se ven a sí mismos como vulgares comerciantes, porque ellos “creen en su producto”. El camino al banco está hecho de buenas vibraciones.
El ocio doméstico del hippie es igualmente prosaico. Creyendo rechazar el rol de estudiante, se convierte en estudiante de larga duración. Las universidades libres son ambigús donde se sirven los platos más metafísicos y banales. Dentro de sus límites ideológicos, el apetito del hippie es ilimitado. Lee el I-Ching. Aprende a meditar. Cultiva un huerto. Adquiere un nuevo instrumento. Pinta, hace velas y panes cocidos al horno. Su energía es insaciable, pero se disipa toda. Cada cosa que hace es en sí misma irreprochable por trivial: lo que es ridículo son las ilusiones que construye alrededor de estas actividades. Para él, la actividad más banal es la más divina. En realidad, en la ciudad o en el campo, sus ocupaciones equivalen a una diversión inmensa de creatividad, a una pasividad ocupada, que empieza a resolver para el espectáculo avanzado el problema de colonizar el “tiempo libre” que hace posible.
Rompiendo abstractamente con su pasado, el hippie vive una versión superficial del eterno presente. Disociado tanto del pasado como del futuro, la sucesión de momentos de su vida es una serie desconectada de diversiones (“viajes”). Viajar es su forma de cambiar, un consumo a la deriva de falsas aventuras. Cruza el país continuamente en busca de esa “movida” siempre esquiva. Su aburrimiento siempre está en marcha. Devora hambriento cualquier experiencia que esté en venta para mantener su cabeza en el mismo buen lugar. El sitio donde el hippie se reúne con sus compañeros es un espacio de tensiones irresueltas, de partículas sin carga vagando alrededor de un núcleo espectacular u otro. El urbanismo hip, que siempre trata de conformar un espacio donde pueda florecer su falsa comunidad, nunca deja de crear por sí mismo una reserva más donde los nativos se miran unos a otros sin comprenderse, porque son también los turistas. Haight-Ashbury, el festival de rock o la estancia hip se suponía que eran espacios liberados donde las separaciones se disolvían; pero el espacio hip se convirtió en espacio de pasividad, de consumo de ocio, de separaciones a otro nivel. El concierto de rock de Oregón organizado por el estado para divertir a la gente de una manifestación — en el que el estado suministró hierba gratis e inspeccionó las drogas psicodélicas antes de que se distribuyesen — es sólo un caso límite de la tendencia general: el espacio organizado de forma benevolente para turistas de tiempo muerto.
La vida hippie tenía contenidos más activos en sus orígenes. El término espectacular “hippie” está lejos de denotar un fenómeno homogéneo, y la subcultura y los individuos involucrados en ella pasaron por diversas etapas. Algunos de los más viejos de la subcultura concebían el nuevo mundo como algo que había que construir conscientemente, no como algo que sucedería enrollándose y juntándose. Pero la cultura espectacular, que es el legado de su actividad, su “triunfo”, es en realidad el síntoma de su fracaso. Cuando en 1967 algunos escenificaron para la prensa un funeral simbólico del hippie, sólo mostraron con su expresión teatral del fracaso que nunca abandonaron el espectáculo que produjo a los hippies ni entendieron el que estos habían producido. El movimiento hip fue el signo del creciente descontento con una vida cotidiana cada vez más colonizada por el espectáculo. Pero al no oponerse radicalmente al sistema dominante, constituyó simplemente un contra-espectáculo.
No es que tal oposición tuviese que ser política en el sentido ordinario. Si el hippie sabía algo era que la visión revolucionaria de los políticos no bastaba. Aunque el estilo de vida hip fue en realidad sólo un movimiento de reforma de la vida cotidiana, desde su visión aventajada el hippie podía ver que el político no criticaba de forma práctica la vida cotidiana (que era “carca”). Aunque el antiguo hippie rechazaba la actividad “política” en parte por razones equívocas (su positividad, su utopismo, etc.), tenía también una crítica parcial de ella, de su aburrimiento, de su naturaleza ideológica y su rigidez. Ken Kesey estaba en lo cierto al percibir que los políticos sólo atacaban el viejo mundo en sus propios términos. Pero al no ofrecer nada más que esto y LSD, él y otros como él abdicaron, de hecho, en manos de los políticos. Su puro y simple apoliticismo les dejó al final expuestos primero al apoyo parcial y luego a la absorción en el movimiento (político). Y quienes entendían algo de política siguieron un destino similar. Por ejemplo, Gary Snyder, que sentía simpatías anarquistas y gandhistas, culpa del fracaso del movimiento proletario clásico a un “estado mental” y a la “tradición occidental” en un viejo ensayo, pero acabó apoyando más tarde, aunque vagamente, a los Panthers.
Aunque el hippie pre-político se tragaba todas las ilusiones y “soluciones” utópicas, aunque su crítica de la vida cotidiana no reconoció nunca sus bases históricas ni las fuerzas materiales que podían hacerla socialmente efectiva, la emergencia del hippie puso de manifiesto la insatisfacción, la imposibilidad para muchos de seguir los rectos y estrechos senderos de la integración social. Al mismo tiempo que la contracultura anunciaba, aunque de forma incoherente, la posibilidad de un nuevo mundo, abrió algunos de los caminos más avanzados de reintegración en el viejo. La desesperación de los “automarginados” abrió el camino a la construcción de la contracultura; su positividad cambió la actividad crítica por la anticipación utópica. La contracultura fue una vanguardia de la recuperación en todos sus frentes; canalizó el verdadero descontento con el aislamiento generalizado en falsas alternativas y sirvió al poder con la investigación experimental necesaria para envolver a la oposición potencial.
Artículo
¿TUVIERON IMPORTANCIA LOS HIPPIES?
En la década de los años 60 del pasado siglo XX muchas cosas cruciales ocurrieron en el mundo: rebeldía juvenil con lucha generacional, empuje significativo del feminismo, liberación sexual, defensa del medio ambiente y de la naturaleza, conciencia ecológica, liberación racial, manifestaciones contra las guerras (en especial la de vietnam) y a favor de la paz, derechos humanos, equidad de géneros, ascenso paulatino de la mentalidad democrática…
Uno de los movimientos que más me llamó la atención en mi entonces muy incipiente juventud fue el de los hippies. A los hippies se los veía por todas partes; en algunos lugares se concentraron en masas considerables (barrios de San Francisco, Greenwich Village de Nueva York, comuna de Cristianía en Noruega, lago Leman en Ginebra…) y tuvieron representaciones en los “campus” universitarios. Concentrados en lugares marginales en principio, reunidos luego en las aceras delante de tiendas de instrumentos musicales (la guitarra fue uno de sus más preciados símbolos), con el pelo muy largo y dejándose barba, vistiendo blues jeans o pantalones estrechos, camisetas de colores y floreadas, suéteres altos, minifaldas, abalorios, pañuelos, sandalias, a veces descalzos… tenían un aire desaliñado (algo sucio), de camaradería y apacibilidad.
Opuestos al consumismo y a la guerra del Vietnam, eran favorables a las causas minoritarias y a veces perdidas. Partidarios de “los de abajo” (aunque muchos de ellos, casi todos, pertenecían a “los de arriba”) fueron los sucesores de los beatniks. Muchos de ellos eran hijos de familias acomodadas y abandonaron sus hogares para pronto, cansados ya de la aventura, dejar la ética hippie (rechazo a la sociedad industrial o mde consumo, pacifismo, amor libre, aspiración a la libertad integral, vida social en comunas y no violencia) para hacerse rápidamente yuppies (jóvenes profesionales que adoptaron un sistema conservador basado en el triunfo profesional y económico pero que fuera de su vida profesiona manifestaban actitudes progresistas).
Prefirieron, aunque fuese solo por un momento en muchos casos, irse con poco dinero en los bolsillos, comer poco y mal, pasar apuros y, sobre todo, fumar marihuana y hachís y tomar drogas alucinógenas como el LSD y otras más peligrosas. (La diatilamida del ácido lisérgico -LSD- fue una droga de los 60’s y la empleaban para la búsqueda de la alteración de sus sentidos, el alcance de integración con el universo, la naturaleza y ellos mismos, e intensificar lazos emocionales con los demás). A veces, algunos de ellos se mezclaron con delicuentes habituales y terminaron mal.
Resultaban, por otro lado, simpáticos cuando se les trataba; pero entonces también se descubría que muchos de ellos, la gran mayoría, eran hijos de familias a veces muy acaudaladas, de educación esmerada y refinada cultura con nivel social alto. or quñé decidieron entonces abandonar los hogares y pasarlo mal?. ¿Fueorn en el fondo unos extravagantes no violentos solo por estar cansados y aburridos de las imposiciones de sus mayores y gobernantes?. ¿Fueron sólo un intento momentáneo de evasión de los modos de vida de la sociedad de consumo o una apuesta para superar ek tedio?. Muchos de ellos sí. Pero no todos…
Sabemos que el verdadero movimiento hippie fue una respuesta al belicismo y al materialismo de los hogares en donde no había lugar para la imaginación, la inventiva o alguna gota de locura. Pero la verdad es que la mayoría de ellos fueron de mentirijillas, conservadores que buscaron la aventura respaldados por el dinero de sus padres. Ahora bien, hubo un núcleo de hippies verdaderos, que representaban algo enérgico frente a los poderes establecidos y que respondían a un malestar justificado.
El hippie verdadero se caracterizaba por la energía puesta al servicio de la no violencia, una preocupación sincera por la guerra y por el medio ambiental y un rechazo al materialismo occidental. Conocido también como el Flower Power (Poder de las Flores) se originó en San Francisco, California, en 1965, a raíz de la publicación de un libro del pediatra Benjamín Speck titulado “Mi hijo”, y formó una contracultura políticamente atrevida, radical y antibelicista, que consiguió exasperar a los viejos reaccionarios y a los gobernantes de Estados Unidos y Europa.
Su estilo de vida psicodélico, lleno de colorido, estaba inspirado en drogas alucinógenas y se plasmaba en la moda, en las artes gráficas y en música cantada por Janis Joplin, algo de Elvis Presley y bandas como The Beatles, Love, Grateful Dead, Jefferson Airplane, Pink Floyd y posteriormente Phish, String Cheese Incident, The Black Crowe y la “música trance” de Goa (India). Y leáin las obras de los autores de la “beat generation”: Jeff Kerouac, Gregory Corso, Allen Ginsberg, William Seward Bourrough, Peter Orlovsky, Ladisfao Orlovsky y obras de la Quissinger Messenger Service y de Herman Hesse.
Adoptaban una vida comunitaria o de nómadas, renegaban del nacionalismo, tomaron aspectos de religiones del budismo (el zen sobre todo), el hinduismo, chamansimo, zoroatrismo, cristianismo, religiones de indios americanos, taoismo….y sintetizaron una mezcla donde mezclaron, con gran confusión, lo divino con lo profano.
Observando a los verdaderos hippies, por su forma de ser y actuar, parecían querer ver el mundo tal como no era, coin una mente que no tuviese pensamientos ni sentimientos de apego y la actitud qque se denomina no-mente. Tal libertad mental no se puede obtener mediante una práctica gradual, sino mediante una idea directa e inmediata, abandonando tanto la teoría como los sistemas de prácticas espirituales y obteniendo la visión de la verdad por unmétodo conocido como indicación directa.
Pensando en todo ello. ¿Tuvieron importancia los hippies?. De acuerdo que muchos fueron falsos hippies que, cansados pronto, se volvieron a la comodidad de sus hogares, pero los verdaderos hippies aunque tuvieron muchos fallos en sus filosofías y en sus manifestaciones costumbristas, lograron impactar durante toda la década en la sociedad norteamericana y por reflujo en la occidental hasta cambiar algunas estructuras sociales que, a partir de ellos, transformaron bastantes cosas en el mundo humano.
sin embargo, el descrédito en el que cayeron posteriormente y los ataques y burlas de que han sido objetos se debi´´o p`rincipalmente a su ingenua utopía. Una ingenua utopía que fue aprovechada por la generación siguiente de los punkies para ensañarse con ellos y desmitificarlos con su ironía y mordacidad, con su cinismo nihilista (y yo creo que ayudados e impulsados por las corrientes más reaccionarias y ultraconservadoras de la sociedad). La sociedad de consumo, que pronto le embaucó en el consumo de drogas y en el mercantilismo de su cultura, los engulló (y hasta hoy se burla de ellos en comedias televisivas). Eso y los ataques desaforados de los punkies (movidos por resortes ocultos de nazismo y ultrareacción).
Pero los verdaderos hippies (de los cualess todavía quedan algunos pequeños grupúsculos) cambiaron muchas cosas y desde entonces Estados Unidos -y gran parte de Occidente- dejó de ser lo que era.

Noticia

Hippies de Santa Marta llegan a Venezuela
huyendo de minas antipersonales
Más allá de sexo, drogas y rock and roll, es difícil creer que algo más quede del movimiento hippie de los 60s; pero en muchos países del continente, lejos de las urbes, subsisten las llamadas “comunidades alternativas” que intentan vivir de la naturaleza bajo los principios del amor, la libertad y la paz.En Colombia la supervivencia de estas comunidades se ha vuelto cada vez más difícil. Hace poco, una familia llegó al estado Táchira, fronterizo con Venezuela, luego que su sueño de una sociedad ideal en las montañas de Colombia se desvaneció, tras ver morir a varios de sus amigos más cercanos a causa de minas antipersonales. Sus trajes coloridos, sus motocicletas y sus guitarras reflejan el espíritu hippie de los setenta, pero su historia refleja una cara de la actualidad colombiana. “Una jovencita amiga nuestra fue al baño, se paro en una mina y murió; el suegro que fue a rescatarla también se paro en una mina y murió y esto ocurrió al ladito de donde nosotros vivíamos”, recuerda Flor del Viento* quien junto a su esposo y dos hijos huyó de la Sierra de Santa Marta, por temor a correr la misma suerte. Después de haberla fundado hace treinta años, otras siete familias también se vieron forzadas a abandonar esta comunidad alternativa ubicada a tres días de camino de la civilización. Un lugar donde hacían actividades agrícolas en las mañanas y artísticas por la tarde, siguiendo las enseñanzas de sus vecinos, los indígenas Kam-Kuamos, considerados guardianes de la Sierra.Dice Toro*, marido de Flor que “allá tenían tres opciones: tomar las armas, marcharse o morir. Ellos -los grupos armados irregulares- creen que nuestros jóvenes deben defender con las armas el espacio donde viven y nosotros no vamos a tomar las armas.” Muchos de los 30.000 indígenas que habitan la Sierra de Santa Marta en el norte de Colombia, enfrentan similares opciones.Flor del Viento y Toro desean fundar en Venezuela una nueva comunidad alternativa, en algún terreno apartado de la ciudad, pero más seguro para ellos, y sus dos hijos, Antorcha* y Coco*.“Queremos dedicarnos a crear conciencia y promover un estilo de vida respetuoso de la naturaleza, encontrar un lugar donde podamos sembrar” dice Antorcha una joven de 20 años, que lleva aretes de alas de escarabajo y luce una cuchara arqueada como pulsera. Actualmente, esta familia de artistas y agricultores acostumbrada a obtener su sustento diario de la naturaleza, está indocumentada, sin empleo y sin tierra para cultivar. En estas condiciones llega la mayoría de los colombianos y colombianas que cruzan la frontera venezolana en busca de protección, unos doscientos mil, según las estimaciones del ACNUR. Flor, Toro y sus dos hijos han solicitado asilo al estado venezolano, pero mientras esperan una respuesta de la Comisión Nacional de Refugiados, han puesto a un lado sus preocupaciones, y activado lo mejor de sus dotes artísticas para llevar desinteresadamente alegría a niños, enfermos y ancianos, en hospitales y albergues tachirenses.“¡Ustedes son unas burras panzonas!, perdón, ¡unas buenas personas!”, así comienza Flor una rutina cargada de humor con la que van mitigando la pena de otros y la propia. Esta actividad les ha permitido ganar amigos y adaptarse rápidamente a un nuevo entorno que ofrece gran potencial para la integración y la posibilidad de un pedazo de tierra para cultivar.Dicen haber recibido solidaridad de la mayoría de los venezolanos. Viven en un pequeño cuarto que les han cedido y sus motocicletas, con las que han llegado hasta Brasil, reposan en un galpón donde funciona un comedor para ancianos e indigentes.A través de talleres coordinados por el ACNUR esperan poder compartir sus conocimientos sobre siembra orgánica con otros agricultores de la región, al mismo tiempo que hacerse de un sustento. Esta familia de refugiados ha suavizado con teatro, música y humor la dura senda del exilio, una ruta difícil de recorrer, pero al menos libre de minas. Mientras en la Sierra Nevada de Santa Marta, quedan miles de indígenas de las etnias Kam-Kuamos, Ijkas, Kogis, Wiwa y Arzarios que aunque día a día enfrentan las consecuencias del conflicto, se rehúsan a abandonar sus tierras en el corazón de la Cordillera Andina.
Reseña
Cuando no sepas que es un hipie, es preferible no emitir comentario alguno, a veces sé es más sabio cuando callas, que cuando hablas de temas que no conoces. Un hippie, es un ser asocial cuya forma de ensalzar su protesta en contra del sistema era -y digo era, porque este movimiento desapareció en 1968- aislarse y adentrarse en la naturaleza con propuestas de cambio sociales sobre el amor, la paz y las drogas vegetales. Al no poder luchar contra el consumismo, decidieron crear su propia sociedad, como dice la canción de la Renga: el rebelde, "ser socio de esta sociedad me puede matar"Ahora, según la película hermano sol-hermano luna, San francisco fue el primer hipie, pues al no estar de acuerdo con la hipocresía de la iglesia católica y al interpretar literalmente las palabaras de Jesucristo decidió aislarse de su congregación y refugiarse en medio de la naturaleza hasta lograr ser estigmatizado. Lo de los estigmas es un mito, pero no cabe duda que sí fue el primer hipie de la historia.Un hipie es mucho más que llevar cabello largo, es mucho más que un desgarbado, un grunge, un metalero o rockero drogadicto; el ser hipie es haber trascendido sobre esta mundanal existencia y encontrar la felicidad social en el hedonismo generado por la paz y el amor.Psta. ¡Haz el amor y no la guerra! Frase hippie.
Estilo y comportamiento
El icono hippie suele caracterizarse con un hombre de pelo largo y barba mucho más larga que lo considerado “normal” para la época. Ambos sexos tendían a dejarse el pelo largo y de imitar el estilo afroamericano.
La mayoría de la sociedad de la época, consideraba estos “pelos largos” como una ofensa, o como sinónimo de suciedad, o cosa de mujeres.
El hecho de usar el cabello largo, para ambos sexos y su forma particular de vestir, actuaba como una señal de pertenencia y una muestra de su actitud contestataria y contracultural.
Otras características asociadas a ellos fueron:
- Ropas de colores brillantes.
- Ropas desteñidas.
- Camisas largas, polleras largas, pantalones con botamanga tipo “pata de elefante”.
- Ropas indias o africanas.
- Símbolos como la flor o dibujos de los aborígenes americanos..
- Muchos se confeccionaban su propia ropa como protesta ante la cultura consumista.
- Uso de incienso y recuperación de los valores naturales de las plantas.
- Se reunían a tocar o componer música en fiestas al aire libreo en casas de amigos.
- Vida en comunas.
- San Francisco, California era la principal ciudad de encuentro para los hippies.
- Tolerancia hacia la homosexualidad y la bisexualidad.
- Amor libre: traducido en un rechazo a la institución del matrimonio y una conducta sexual contraria a las imposiciones de las Iglesias o el Estado, que eran vistas como intromisiones a la vida personal.
- Uso de drogas: marihuana, hachís, alucinógenos como el LSD, etc.
El entonces presidente Ronald Reagan definió al hippie como "un tío con el pelo como Tarzán, que camina como Jane y que huele como Chita".
La mayoría de la sociedad de la época, consideraba estos “pelos largos” como una ofensa, o como sinónimo de suciedad, o cosa de mujeres.
El hecho de usar el cabello largo, para ambos sexos y su forma particular de vestir, actuaba como una señal de pertenencia y una muestra de su actitud contestataria y contracultural.
Otras características asociadas a ellos fueron:
- Ropas de colores brillantes.
- Ropas desteñidas.
- Camisas largas, polleras largas, pantalones con botamanga tipo “pata de elefante”.
- Ropas indias o africanas.
- Símbolos como la flor o dibujos de los aborígenes americanos..
- Muchos se confeccionaban su propia ropa como protesta ante la cultura consumista.
- Uso de incienso y recuperación de los valores naturales de las plantas.
- Se reunían a tocar o componer música en fiestas al aire libreo en casas de amigos.
- Vida en comunas.
- San Francisco, California era la principal ciudad de encuentro para los hippies.
- Tolerancia hacia la homosexualidad y la bisexualidad.
- Amor libre: traducido en un rechazo a la institución del matrimonio y una conducta sexual contraria a las imposiciones de las Iglesias o el Estado, que eran vistas como intromisiones a la vida personal.
- Uso de drogas: marihuana, hachís, alucinógenos como el LSD, etc.
El entonces presidente Ronald Reagan definió al hippie como "un tío con el pelo como Tarzán, que camina como Jane y que huele como Chita".
Liberación homosexual

Un acontecimiento, cambió algo que ya se venía dando desde la década de ´50. El movimiento homosexual era hasta entonces reducido y discreto, todavía sufría los prejuicios de la época. El aconteciendo del que hablamos, tuvo lugar en un bar (el “Stonewll Inn.”) para homosexuales del Greenwish Village, un barrio bohemio de Nueva York. Una noche de junio de 1969, en una operación que parecía rutinaria, la policía realizó una redada en el Stonewall, debido a que el mismo no tenía licencia para vender alcohol y por esos tiempos atraía una nutrida clientela de jóvenes, ruidosos y travestis. Lo que hubiera pasado inadvertido, esa noche se tradujo en una violenta reacción sin precedentes. En lugar de dispersarse, los habitúes respondieron con ira. El disturbio duró varios días y el acontecimiento provocó que saliera a la luz, la causa por la “liberación homosexual”.
Los activitas de esta causa, influenciados a su vez por los movimientos del poder negro y la liberación de la mujer, tomaron mayor fuerza y lograron ubicarse en la opinión pública de la época.
Esta rebelión, también fue significativa para aquellos que esperaban un control menos rígido de la sociedad hacia los comportamientos sexuales y para los que esperaban que se termine con la discriminación hacia los homosexuales.
Los movimientos a favor de la liberación homosexual comenzaron a expandirse hacia las potencias occidentales. Ya Inglaterra, había despenalizado la homosexualidad y se le sumaban en 1969, Canadá, Alemania, Australia y algunos estados de Norteamérica. Finalmente, en 1973, la Asociación Norteamericana de Psiquiatría borró de su manual de diagnóstico, a la homosexualidad como enfermedad. De todas formas, la persecución y la discriminación no finalizó allí.
Los activitas de esta causa, influenciados a su vez por los movimientos del poder negro y la liberación de la mujer, tomaron mayor fuerza y lograron ubicarse en la opinión pública de la época.
Esta rebelión, también fue significativa para aquellos que esperaban un control menos rígido de la sociedad hacia los comportamientos sexuales y para los que esperaban que se termine con la discriminación hacia los homosexuales.
Los movimientos a favor de la liberación homosexual comenzaron a expandirse hacia las potencias occidentales. Ya Inglaterra, había despenalizado la homosexualidad y se le sumaban en 1969, Canadá, Alemania, Australia y algunos estados de Norteamérica. Finalmente, en 1973, la Asociación Norteamericana de Psiquiatría borró de su manual de diagnóstico, a la homosexualidad como enfermedad. De todas formas, la persecución y la discriminación no finalizó allí.
Historia

Fue un movimiento juvenil que tuvo lugar en los últimos años de la década de 1960 y que se caracterizó por la anarquía no violenta, la preocupación por el medio ambiente y el rechazo al materialismo occidental. Los hippies formaron una contracultura políticamente atrevida y antibelicista, y artísticamente prolífica en Estados Unidos y en Europa. Su estilo psicodélico y lleno de colorido estaba inspirado por drogas alucinógenas como el ácido lisérgico (LSD) y se plasmaba en la moda, en las artes gráficas y en la música de cantantes como Janis Joplin o de bandas como Love, Grateful Dead, Jefferson Airplane y Pink Floyd.
En un principio el movimiento se generó en Estado Unidos para luego extenderse a Europa y a todo el mundo. El origen, fue una reacción a las profundas alteraciones que había producido la segunda guerra mundial, en la sociedad y en la cultura.
Luego de la segunda guerra mundial (1945), se habían generalizado las políticas económicas de orientación “keynesianas”, que se basaban en el impulso que el Estado (ver Estado de Bienestar) le daba a la demanda y a la organización del proceso productivo a través del “taylorismo” (organización racional y científica del trabajo) y el “fordismo” (organización del trabajo en cadena). Estas circunstancias, hicieron aumentar la productividad y a su vez abaratar costos, lo que permitió a los trabajadores, acceder al mercado de bienes de consumo durables (automóviles, electrodomésticos, etc.), como nunca antes en la historia.
Luego de la segunda guerra mundial (1945), se habían generalizado las políticas económicas de orientación “keynesianas”, que se basaban en el impulso que el Estado (ver Estado de Bienestar) le daba a la demanda y a la organización del proceso productivo a través del “taylorismo” (organización racional y científica del trabajo) y el “fordismo” (organización del trabajo en cadena). Estas circunstancias, hicieron aumentar la productividad y a su vez abaratar costos, lo que permitió a los trabajadores, acceder al mercado de bienes de consumo durables (automóviles, electrodomésticos, etc.), como nunca antes en la historia.
Las clases medias y populares mejoraron notablemente en las condiciones de vida ayudadas por la intervención del llamado “estado de bienestar” que tenía en esta etapa una importancia preponderante. Además, el pleno empleo, el sistema de seguridad social asegurado por ese “estado de bienestar” y la transformación de algunos servicios que antes eran privados (sanidad, educación, transporte, etc) en públicos, permitió también una notable mejora en la mayoría de los trabajadores.
Estas mejoras económicas, provocó en la sociedad en general una aletargamiento y un adormecimiento en cuanto a los reclamos y las luchas obreras. Los jóvenes, a partir de la década del ´50, comenzaron a rechazar estas posiciones cómodas y burguesas. Además, se le sumó a estos conflictos, la intolerancia “macartista” en el plano interno y la guerra de Corea en el internacional.
Todas estas transformaciones en la sociedad, fueron incubando la protesta juvenil que vendría.
Estas mejoras económicas, provocó en la sociedad en general una aletargamiento y un adormecimiento en cuanto a los reclamos y las luchas obreras. Los jóvenes, a partir de la década del ´50, comenzaron a rechazar estas posiciones cómodas y burguesas. Además, se le sumó a estos conflictos, la intolerancia “macartista” en el plano interno y la guerra de Corea en el internacional.
Todas estas transformaciones en la sociedad, fueron incubando la protesta juvenil que vendría.
La década del ´60, en los Estados Unidos y en los países centrales, traería todavía aun más mejoras en lo económico. La producción industrial se incrementó durante este periodo, principalmente la industria alimenticia, junto con la producción de carbón, la metalurgia básica, los productos agrícolas y la gasolina. Comenzó así, una etapa de consumo de masas. Los electrodomésticos, el auto y el teléfono, pasaron a ser símbolos de status personal. En general, artículos que eran privativos de minorías, pasaron a ser consumidos por una gran cantidad de personas al abaratarse notablemente sus costos.
Otro síntoma de los cambios de la época, fue la significativa explosión demográfica y la fuerte crisis que sufrió la institución “familia”. La misma, dejó de ser el núcleo de contención afectiva que siempre fue, debido a un cambio de valores en la sociedad.
Dos grandes movimientos también cobraron fuerte impulso en la década del ´60: uno era el “liberación femenina” y el otro el de la lucha contra la discriminación étnica.
En ese marco, en esta década, muchos jóvenes comenzaron a ensayar experiencias no convencionales. Consideraban mediocre y aburrido el mundo “burgués” e iniciaron una búsqueda hacia una vida espiritual y en contacto con la naturaleza. A toda esta búsqueda e iniciativas de los jóvenes, se la comenzó a conocer como “movimiento hippie”.
Otro síntoma de los cambios de la época, fue la significativa explosión demográfica y la fuerte crisis que sufrió la institución “familia”. La misma, dejó de ser el núcleo de contención afectiva que siempre fue, debido a un cambio de valores en la sociedad.
Dos grandes movimientos también cobraron fuerte impulso en la década del ´60: uno era el “liberación femenina” y el otro el de la lucha contra la discriminación étnica.
En ese marco, en esta década, muchos jóvenes comenzaron a ensayar experiencias no convencionales. Consideraban mediocre y aburrido el mundo “burgués” e iniciaron una búsqueda hacia una vida espiritual y en contacto con la naturaleza. A toda esta búsqueda e iniciativas de los jóvenes, se la comenzó a conocer como “movimiento hippie”.
Al “movimiento hippie” no le interesaba cambiar la sociedad, sino que lo que pretendían era cambiar la sociedad en forma íntegra. Además de los cambios en la familia y la rebelión juvenil, se sumaba la denominada “revolución sexual”. Ésta última, ocurría acompañada de las grandes transformaciones en las conductas sociales, que se trasladaron también al ámbito privado. La aparición de las píldoras anticonceptivas y su difusión masiva, también influyeron en los cambios producidos en el nivel social.
Los “hippies”, tomaron como actitud contestataria, retirarse de la sociedad a la que condenaban por actitud cómoda y conservadora. Comenzaron, entonces, a reunirse en comunas, constituidas como organizaciones libres y sin jerarquías, en total contraposición de lo que pasaba en la sociedad burguesa. Las reuniones de los hippies se volvieron cada vez más conocidas, pero la que quedó instalada en la memoria, fue el festival de “Woodstock” en 1969, en el cual se reunieron durante tres días, medio millón de jóvenes. Además, el movimiento hippie encontró en el rock, un modo de expresión inigualable, sus valores básicos fueron la tolerancia y el amor. La guerra de Vietnam, fue también un hecho clave, que mostró al movimiento en total oposición al conflicto bélico, su gran inconformismo se manifestó en diversas movilizaciones en contra de la guerra y de todo tipo de violencia.
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